Otra de las civilizaciones más antiguas del mundo es la que nació a orillas del Río Indo, en la India, y que como sus hermanos, las del Nilo y del Eufrates, aprendió sus primeras lecciones de matemáticas a través de la Astronomía, de la necesidad de registrar el tiempo y de la construcción de sus templos. Varios siglos antes de que Roma alcanzase su poderío, los matemáticos de la India habían encontrado ya un valor muy aproximado. En cuánto a la Aritmética práctica, los mercaderes indios habían llegado al mismo grado de progreso que los de Mesopotamia.
Hace más de 2000 años, su numeración consistía en una serie de rayitas horizontales. Pero cuando empezaron a usar las hojas de palma seca como material para escribir, procedieron a unir entre sí dichas rayitas, de manera que = se convirtió en Z, y º en , de forma que cada signo, convenien-temente usado, servía para indicar el número de fichas o bolitas, que correspondían a cualquier columna del ábaco. Con todo, esto solo no bastaba, ya que si zz, servía simplemente para indicar que se colocaban dos bolitas en dos columnas cualquiera, nadie hubiera podido determinar si su valor era 22, 202, 2020, etc. Así, pues, era indispensable saber además a qué columna pertenecían. Fue sin duda, una persona muy practica en el manejo de los ábacos a quien se le ocurrió el modo de conseguirlo, escribiendo el extremo derecho la cifra correspondiente a las unidades; un poco más a la izquierda, la de las decenas y así sucesivamente, marcando con un punto la columna que debía permanecer vacía. De esta manera, zz significaba 22, en tanto que los signos z.z. equivalían a 2020. Mediante este sistema se evitaba la inútil repetición de signos, y el mismo guarismo servía para escribir cualquier cantidad, fuera cual fuese la columna A que correspondería. Y su enorme ventaja sobre todos los demás métodos, era la de permitir el cálculo numeral, sin ayuda del ábaco. Porque tanto los egipcios como los Babilónicos, los griegos, los romanos y los chinos, se habían servido hasta entonces de un signo diferente para el mismo número, según el lugar que ocupaba en el ábaco, con lo cual, para poder realizar el más pequeño cálculo escrito o mental, era preciso disponer de diversas tablas para la suma y la multiplicación adecuadas a cada columna. Por el contrario, con el sistema indio, sirviendo únicamente de nueve signos diferentes, cada uno de los cuales diera un valor determinado a cualquier columna, y de otro signo equivalente a nuestro cero, bastaba con aprenderse una sola tabla que, por su sencillez, podía fácilmente recordarse de memoria.
Hace más de 2000 años, su numeración consistía en una serie de rayitas horizontales. Pero cuando empezaron a usar las hojas de palma seca como material para escribir, procedieron a unir entre sí dichas rayitas, de manera que = se convirtió en Z, y º en , de forma que cada signo, convenien-temente usado, servía para indicar el número de fichas o bolitas, que correspondían a cualquier columna del ábaco. Con todo, esto solo no bastaba, ya que si zz, servía simplemente para indicar que se colocaban dos bolitas en dos columnas cualquiera, nadie hubiera podido determinar si su valor era 22, 202, 2020, etc. Así, pues, era indispensable saber además a qué columna pertenecían. Fue sin duda, una persona muy practica en el manejo de los ábacos a quien se le ocurrió el modo de conseguirlo, escribiendo el extremo derecho la cifra correspondiente a las unidades; un poco más a la izquierda, la de las decenas y así sucesivamente, marcando con un punto la columna que debía permanecer vacía. De esta manera, zz significaba 22, en tanto que los signos z.z. equivalían a 2020. Mediante este sistema se evitaba la inútil repetición de signos, y el mismo guarismo servía para escribir cualquier cantidad, fuera cual fuese la columna A que correspondería. Y su enorme ventaja sobre todos los demás métodos, era la de permitir el cálculo numeral, sin ayuda del ábaco. Porque tanto los egipcios como los Babilónicos, los griegos, los romanos y los chinos, se habían servido hasta entonces de un signo diferente para el mismo número, según el lugar que ocupaba en el ábaco, con lo cual, para poder realizar el más pequeño cálculo escrito o mental, era preciso disponer de diversas tablas para la suma y la multiplicación adecuadas a cada columna. Por el contrario, con el sistema indio, sirviendo únicamente de nueve signos diferentes, cada uno de los cuales diera un valor determinado a cualquier columna, y de otro signo equivalente a nuestro cero, bastaba con aprenderse una sola tabla que, por su sencillez, podía fácilmente recordarse de memoria.
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